jueves, 26 de octubre de 2017

Compasión.

Mira tus ojos.

Observa cómo naufraga 
una mirada y date cuenta
como en ellos se desnuda un alma
ya desatenta de ser o no descubierta.

Mira mar adentro.

Parece que el tiempo no avanza.
Tan cerca y sin embargo lejos,
parece que se escucha un habla
y sin embargo la mirada calla.

A oscuras anhelan la luz.
Ven cosas que nunca pasan,
hay mantos de estrellas cerca,
luceros que nunca se apagan.

A oscuras anhelan la luz.
Las horas del tiempo les cantan:
“inconcluso bálsamo el sueño
que nadie recordará mañana”.

Hay varios cientos de miradas,
cientos de ellas en Babia,
que por mirar, no mira el alma
que apenas gatea, ni se agasaja.

¿Quién erige las puertas de un huerto?
¿Quién es tan cruel de apagar la mirada?
Si para colmo lo que ve es incierto
y la noche es reflejo de nada.

¿Quién naufraga en lo profundo
si nace aprendiz y muere maestro?

Si la sombra del hombre es un hueco,
la virtud es el órdago del tiempo.

Mira tus ojos.

Observa cómo naufraga 
una mirada.

Sois dos en el encuentro.
Uno sólo es el que habla.

domingo, 1 de octubre de 2017

Por la gracia de Dios.

Y empezó todo de nuevo:
unos reavivaron la llama
llenando un mar de recuerdos,
bálsamo inexacto de la historia
que engaña a quien los tiene
e intercambia pena por rabia,
taimadas aguas de olvido por
inspiradora sed de venganza.
Nada que decir de los que únicamente
recuerdan
de forma hereditaria.
Otros perjuraron silencio, aclamados
desde lo hondo de la tierra
llevando la justicia a nunca,
trayendo la paz a nadie,
poniendo la voz en alza,
siendo plural la palabra de quien
es elegido por la gracia de Dios
de forma unánime.
El hambre llenó las bocas
de una época que nadie ya recuerda,
también escanció las cabezas con aire
(aparte de con sangre).
Hoy las palabras no tienen sentido
y de acusaciones todo el mundo sabe.
No, no hay forma de frenar esta vorágine
(sí, ésta tampoco)
tenemos infinitud de desconsuelos
y esperanza para lo que llegue tarde
y es que el odio es viejo como el tiempo
y el pensamiento es joven (casi) como el ser humano.
Qué fragilidad supone la mansedumbre con la que respiramos:
ignorantes de corazón revolucionario,
de moral individual,
acunando al opresor en nuestros brazos
siéndole la fuente del saber
sin saber siquiera el proceder de lo que pensamos.