domingo, 1 de octubre de 2017

Por la gracia de Dios.

Y empezó todo de nuevo:
unos reavivaron la llama
llenando un mar de recuerdos,
bálsamo inexacto de la historia
que engaña a quien los tiene
e intercambia pena por rabia,
taimadas aguas de olvido por
inspiradora sed de venganza.
Nada que decir de los que únicamente
recuerdan
de forma hereditaria.
Otros perjuraron silencio, aclamados
desde lo hondo de la tierra
llevando la justicia a nunca,
trayendo la paz a nadie,
poniendo la voz en alza,
siendo plural la palabra de quien
es elegido por la gracia de Dios
de forma unánime.
El hambre llenó las bocas
de una época que nadie ya recuerda,
también escanció las cabezas con aire
(aparte de con sangre).
Hoy las palabras no tienen sentido
y de acusaciones todo el mundo sabe.
No, no hay forma de frenar esta vorágine
(sí, ésta tampoco)
tenemos infinitud de desconsuelos
y esperanza para lo que llegue tarde
y es que el odio es viejo como el tiempo
y el pensamiento es joven (casi) como el ser humano.
Qué fragilidad supone la mansedumbre con la que respiramos:
ignorantes de corazón revolucionario,
de moral individual,
acunando al opresor en nuestros brazos
siéndole la fuente del saber
sin saber siquiera el proceder de lo que pensamos.

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