jueves, 30 de marzo de 2017

Poemas que son para mí - IV

¿Y si esto es la vida?

El constante ruego de huellas en el camino
por el desconocimiento que habita en la hierba pisada,
en la fruta mordida, en las paredes marcadas...

Zambullirse en la inopia 
es enhebrar las ruedas de la historia con la fobia
de los unos y la resiliencia de los otros,
desterrar la raíz de las costumbres para incendiar el alma
e instaurar así el anarquismo en la forma de 
ataviar la vida
y contemplarla.

Quizá todo sea un perpetuo devenir de represalias
y devotos
o quizá sea todo un modo diferente de habla
que enmascara el enigma del tiempo y nos distancia
dejando en efímero nuestro paso y 
haciendo del destino un inocuo emblema...

Quizá la magia sea el olor de la hierba fresca,
la fortaleza de la tierra que nos recoge 
y no la soledad que nos habita y nos enfrenta y
que alimenta nuestros miedos y
nos presenta expuestos con nuestra verdadera pobreza,
con las pocas ganas de reaprender los votos 
que nunca formulamos y
así acallar el tiempo
que avanza
inalterable
y tirano.

No es necesario empecinarse al destino
porque lo triste del alma es contemplar su vacío.

¿Y si esto es la muerte?

El don del habla yace con aquellos que perpetúan el silencio y
cuando aquellos que hacen falta son parte del recuerdo
recogemos de entre la tierra los restos de la vida en calaveras
haciendo hincapié en que los buenos ya se fueron y
sólo somos uno más de entre todo lo miserable que queda:
fueron ellos quienes recogieron los pedazos de la vida
en sus maneras,
en sus formas
y supieron adornar lo miserable de una existencia dolorosa,
que hiere y no mata, que mata y no asombra
y fruto de estar presentes en el tiempo y 
no sentirse de ninguna parte
el tiempo los hizo endebles pero 
su sentir pació en todos los lugares...

y así nació el poeta
y dejó en las lagunas del olvido
al que oprime,
al que impone,
a todo creyente fehaciente de emblemas:
pues gracias a su luz,
en contraposición,
le puso nombre a la tristeza.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Poemas que son para mí - III

Hoy entiendo que hay tiempo y hay destino,
que el camino es una senda que diverge del sentido,
que no hay control sobre las horas, que no
existe tal cosa como el absoluto dominio,
que no hay enclave de expertos en una tierra
algo más esbelta que cuerda,
que no hay entendimiento que todo resuelva
porque sólo hay mentes sordas
y un hambre de saber que ya no aprieta.
Hoy veo bondad en los ojos de las personas porque
veo que el carisma crece a la vera de un espejo,
ayer sólo me veía solo en un mundo, insatisfecho,
cómo se han perdido las costumbres; yo, que
crecía pensando que el carisma se absorbía
de las grandes mentes que se descubrían al mundo
con dóciles palabras que trascenderían la muerte,
el absolutismo de lo bello estaba en la abstracción
del subconsciente, en la desidealización de lo perfecto,
en todo aquello que retuerce al amor perenne
que cambia de follaje cada invierno,
quizá la excusa del tiempo se ha vuelto endeble,
quizá la sorna en nuestro eco nos ha hecho ir a menos
y aunque hoy entiendo, también todo me sorprende.
Tengo los pies empolvados en nostalgia por algunas cosas que
sé que no siguen siendo, me he acompasado al ritmo lento
de las emociones simples, el mundo se ha hecho superfluo,
intransigente, olvidadizo, plañidero, perecedero,
cambiante; se ha empequeñecido, había sido excelso…
Por todo lo que supone hacer del final un hito
y de lo irreal un ejercicio, existimos,
y no hay razón que entienda que el tiempo sigue siendo breve
pero que nuestro capricho nos da un alcance infinito.

lunes, 20 de marzo de 2017

Poemas que son para mí - II

Se me ha llenado la cabeza
de flores con el paso de
las horas. El tiempo ya
no arde, ya no prende;
cuánto habrá de importante
en creerse una historia
si al final todo se borra
y restan las sobras de
lo que alguien entiende
que son los hechos
y queda por siempre
la mentira impregnando
los textos.
Es mío y sólo mío el
jardín de la memoria,
dejé que las malas hierbas
se hicieran paso alguna vez
y ahora han arraigado y
sólo las tapo;
qué será de lo valiente
en un futuro ingrato
si en este tiempo
que es presente se ha
dejado de tener en cuenta
el mero hecho de
no dejar de lado,
a veces somos sombras
sin amparo y buscamos
nuestro propio eje
sobre el que tratar
de sustentarnos.
Yacerá un cementerio
en mi solitario espectro
al que primero entrarán
los otros para saber
hacerme entender que también
para mi quedará un hueco,
ya habrá dejado todo de crecer;
se desvanecerá, entre miradas
acomplejadas que no entenderán
el sino, el carácter desacompasado
de aquel que mora indefinido,
viendo como aquellas torres
de mármol ennegrecido también
han encontrado su sitio y ya
por fin (y ya era hora) el
tiempo que viene vuelve a ser
de los que hacen de la
dedicación un camino:
nunca hubo de ser diferente,
nos dejamos ir
y ya cumplimos el castigo.
Deshaced el germen del tiempo
que cura las horas
con la enfermedad del olvido.

Poemas que son para mí - I

Soy quien dice
que si muere de repente
ha malgastado su vida,
pero todo sigue,
porque tiene tiempo todavía.

Quien sueña con el cielo
en vez de alzar la vista,
quien no lleva reloj
porque nunca tiene prisa,
nada llega
para quien nada espera,
nada ansía
aquel que nunca sueña.

La ambición es un señuelo:
anda corriendo tras ella
el mismo que la crea,
un juego del pañuelo
de eterna carrera
hasta hincar la rodilla al suelo,
haciendo hueco,
creando escuela.

Sabemos de rutinas
que ahuyentan al miedo,
de esperar pacientes,
de marcharnos lento,

¿qué habrá allí arriba
cuando mire al cielo?
primero la muerte
satisfacer sueños, luego.

No.

No, no, ¡no!

Yo quiero ser la ruina
de un pozo de deseos,
la eterna melodía,
el saber de marinero,
la concha y la espina
del mar y del desierto,
la cruz, la mezquita
y la fe del ateo.

No distingo entre recapitular
y empezar de cero,
las promesas no valen nada
son presentes de un luego.

Ten miedo,
sigue creciendo.

domingo, 19 de marzo de 2017

Poemas que son para todos - I

No hay hueco para nosotros en la historia,
para quienes somos redundancia
de la mala fortuna encadenada,
unos tras otros,
en inéquivoco esfuerzo,
caminamos las calles de rodillas
y nos sublevamos en silencio,
somos los vástagos de lo viejo,
de lo que siempre ocurre,
de lo que nunca cambia:
el linaje de pobreza inacabada,
la eterna parábola que nunca enseña nada,
y víctimas de esa enseñanza vacía
erigimos la misantropía entre la desesperanza:
lo humano se sigue posponiendo para un mañana,
somos raíces podridas del que ningún fruto emana.
Nosotros,
que dejamos las malas caras al buen tiempo,
aprendimos a exaltarnos despacio,
a amar despacio,
a coger el ritmo de la calma despacio,
como ese perro herido y callejero
al que se le brinda un hogar
y al principio se esconde, lastimero,
en los rincones,
envuelto por la herrumbre de la pobreza del ser
que hizo de una vida digna
una mirada cabizbaja y pobre:
de la felicidad sólo queda el nombre
para el que se acoge en las sombras y
el concepto es una broma de mal gusto,
hoy, la misericordia, simplemente se esconde
y como muestra de cortesía nos expone,
haciéndonos tardos a la luz del sol,
acostumbrados a lo burdo de haber nacido siendo pobres.