No hay hueco para nosotros en la historia,
para quienes somos redundancia
de la mala fortuna encadenada,
unos tras otros,
en inéquivoco esfuerzo,
caminamos las calles de rodillas
y nos sublevamos en silencio,
somos los vástagos de lo viejo,
de lo que siempre ocurre,
de lo que nunca cambia:
el linaje de pobreza inacabada,
la eterna parábola que nunca enseña nada,
y víctimas de esa enseñanza vacía
erigimos la misantropía entre la desesperanza:
lo humano se sigue posponiendo para un mañana,
somos raíces podridas del que ningún fruto emana.
para quienes somos redundancia
de la mala fortuna encadenada,
unos tras otros,
en inéquivoco esfuerzo,
caminamos las calles de rodillas
y nos sublevamos en silencio,
somos los vástagos de lo viejo,
de lo que siempre ocurre,
de lo que nunca cambia:
el linaje de pobreza inacabada,
la eterna parábola que nunca enseña nada,
y víctimas de esa enseñanza vacía
erigimos la misantropía entre la desesperanza:
lo humano se sigue posponiendo para un mañana,
somos raíces podridas del que ningún fruto emana.
Nosotros,
que dejamos las malas caras al buen tiempo,
aprendimos a exaltarnos despacio,
a amar despacio,
a coger el ritmo de la calma despacio,
como ese perro herido y callejero
al que se le brinda un hogar
y al principio se esconde, lastimero,
en los rincones,
envuelto por la herrumbre de la pobreza del ser
que hizo de una vida digna
una mirada cabizbaja y pobre:
de la felicidad sólo queda el nombre
para el que se acoge en las sombras y
el concepto es una broma de mal gusto,
hoy, la misericordia, simplemente se esconde
y como muestra de cortesía nos expone,
haciéndonos tardos a la luz del sol,
acostumbrados a lo burdo de haber nacido siendo pobres.
que dejamos las malas caras al buen tiempo,
aprendimos a exaltarnos despacio,
a amar despacio,
a coger el ritmo de la calma despacio,
como ese perro herido y callejero
al que se le brinda un hogar
y al principio se esconde, lastimero,
en los rincones,
envuelto por la herrumbre de la pobreza del ser
que hizo de una vida digna
una mirada cabizbaja y pobre:
de la felicidad sólo queda el nombre
para el que se acoge en las sombras y
el concepto es una broma de mal gusto,
hoy, la misericordia, simplemente se esconde
y como muestra de cortesía nos expone,
haciéndonos tardos a la luz del sol,
acostumbrados a lo burdo de haber nacido siendo pobres.
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