miércoles, 5 de abril de 2017

Jurando bandera.

Ahora que hemos desafiado a la tristeza
y todos los lugares ya no son el mismo
y cada vez más pisadas escapan de la tierra seca,...
ahora, que hemos aprendido a no mirar a otro lado,
que somos, por fin, un perro sin amo que ladra su propio himno,
que toda ilusión primeriza no queda resuelta en mero espejismo,
ahora, que llegamos a recoger el fruto del árbol que nunca habría sido,



resulta que,
como la vela que envidia al humo porque escapa de ella,
hemos aprendido a adherirnos al suelo
por simple inherencia
y han pasado las horas y parte de nuestro cuerpo
quizá se haya evaporado,
pero el lento goteo de impotencia arribó al cúlmen
de la inercia y hoy
somos la base, el fortín, nuestra propia escuela,
pues hemos aprehendido una fuerza de la que
nunca nos dimos cuenta,
ese tipo de fortaleza que nadie te dicta despacio y con buena letra:
el guiño del secreto aciago,
lo infame del tiempo en su perpetuo holocausto.

Hoy son maestras las experiencias
que ayer fueron cadenas,
ayer fuimos esclavos
de lo que hoy llamamos camino,
mas seguimos siendo escenas de lo que ya consideramos extinto,
meros figurantes en el cauce del destino

y continúa girando la rueda
y voraz sigue siendo el tiempo
y seguimos nosotros a tientas
imaginando
lo que no estamos siendo.

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