miércoles, 21 de junio de 2017

DIVINO TESORO
Donde el cobijo de las alondras aguarda un anciano cansado,
que apoya su vientre en la tierra amando lo que no es amado:
confía su calma a la tierra aguardando el colapso,
cansado ya de andar en círculos
sin avanzar ni un solo paso.
 
Se le posaban los grillos en las manos sangrientas,
escenario entre el camino de lo vivo y de lo etéreo
y el anciano escuchaba su monólogo imperecedero, cansado de hablar,
cansado,
cansado de ser anciano, cansado.
 
Él, que tutela la tierra, también ha sido niño
y se le han reído las manos palpando el crecer
con ambigüedad y ansia. Él también ha sido niño, pero niño con infancia,
que hay quienes no la hallan y buscan la inocencia
entre la embriaguez y la nostalgia. Él también ha sido niño,
ha encontrado normas en las nubes y ha querido entonces él
ser también voluble,
y así, en vez de ser niño empezó a ser costumbre,
y así, en vez de ser niño, hoy es sombra en la tierra,
pero sombra con luces.
 
El mismo que sabrá abrazar la tierra es sombra por dentro,
es sombra por fuera:
está cansado de dar vueltas, pero para él vivir es girar
y sigue girando a expensas,
 
él, que ha sido niño,
hombre es ahora y cuenta, como cuentan las leyendas,
que ha visto a las estrellas desnudarse tras los pinos.
 
Y ahora quiere ser constante,
observar siempre el mismo cielo,
vivir siempre el mismo ciclo,
tener siempre el mismo sino;
hasta que vio a una de ellas
partiendo el cielo en dos por un instante,
entonces entendió la muerte
y anduvo de nuevo su camino.
 
El hombre que quiso
por un siempre muy fugaz al cielo,
supo entonces que el camino
era reflejo de caminos sin regreso,
que cuestionarse era una excusa,
que su porqué eran más preguntas tan viejas como el tiempo
e iluso y fantasioso de él
trató de abarcar al mundo entero;
pero el mundo era una encina peinada por las nubes
y él sólo era un hombre sin paciencia y sin costumbres.
 
De lo que fue no es lo que queda, hoy sólo es sombra,
pero sombra sin luz, sólo es sombra a secas.
 
Fue niño, entonces hombre, hoy sólo envejece
y se vuelve a tumbar
y vuelve a mirar las estrellas,
redescubre al cielo, redescubre su sino,
fue hombre, también niño, hoy abarca un mundo
y se vuelve a tumbar. Reaprende las formas de las nubes
como quien recuerda de nuevo un verso y cuando acabe
abrazará la tierra esperando morir, voluble,
que quiere salir a abarcar al mundo entero, que cuando todo esté listo
y pueda escapar de esa noble calavera, abrazar a la muerte será un mundo nuevo:
ser polvo en el cielo,
camino reflejo, cielo de estrellas y sobre todo silencio.
 
Y porque había entendido muchas cosas lloraba
y porque lloraba tenía miedo.

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