martes, 6 de junio de 2017

Iconografía del tiempo.

Háblame de juventud, tú que tanto añoras,
que te escurriste de los préstamos del tiempo,
postergando cada ínfimo instante, hasta hacer de
cada respiración otro inefable recuerdo.
Háblame de juventud, ya viejo y farsante,
que añorando lo que ya ha pasado, engañas
a tu tacto, tu olfato y tu visión, haciéndoles
creer que el tiempo no ha hecho marcha y que
se han marchitado más rápido ellos que la
conciencia y el aprendizaje de no tener
mentor.
Empieza a explicarle al mundo qué se siente
cuando el rubor del niño ya no es tuyo,
cuando la inocencia en los actos ya no se te concede,
porque has interiorizado ya las cargas y por evitarlas prefieres pasar por ignorante que por astuto adulto.
Empieza a explicarle al mundo, ahora que puedes,
que la única verdad que se nos concede es la que aceptamos
y que no hay descanso más allá de los prados y sus verdes
y que para morir sigue siendo pronto;
que se han ido pasando un día tras otro pensando
que todo era importante,
hasta que caíste en cuenta de la farsa,
de lo importante que es barrer para casa
cuando vas con el corazón altanero
recorriendo las fauces de la tierra que gira incansable.
Ahora que sólo oyes tu eco entre las calles,
redescubriendo tu ignorancia entre la sorna del desconcierto
y has abierto persianas y ventanales finalmente dejándote paso de nuevo,
concédete a ti mismo la victoria del silencio
y recoge todo tu aprendizaje en tus adentros,
pues para morir se requiere mucho tiempo
y un único instante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario